“Jugar en los mejores clubes es un reto muy bonito, pero hay un reto mucho más difícil: jugar contra los grandes y ganarles. Yo me dedico a eso”. Estas declaraciones fueron vertidas por ese inmortal y eterno jugador llamado Matt Le Tissier. El nacido en la isla de Guersney -un recóndito lugar anclado en el siempre mítico Canal de la Mancha- es, sin duda, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol mundial, pero ha sido -injustamente- olvidado por profesar un amor –sine die– por los colores del Southampton. “Le God” ofreció absolutamente todo al club sito en el sur de Inglaterra y pasará a los anales de la historia por ser un “one club man”, rechazar los cantos de sirena que le llegaban desde los mejores clubes británicos y brillar en un club abocado, temporada tras temporada, a salvar la categoría.
No obstante, la pregunta que hemos de plantearnos es: ¿hicieron los Saints todo lo posible para aprovechar las cualidades de un unicornio como Le Tissier y conseguir un título que colocara a “Le God” en el justo lugar que se merece? La respuesta es un contundente no…
Matt se retiró del fútbol sin lograr ningún trofeo. Estela que también siguieron otros grandísimos jugadores como Antonio Di Natale, Giuseppe Signori, Joseba Etxebarría, Fernando Gómez, Julen Guerrero o -hasta el momento- Harry Kane, que nunca pudieron levantar un entorchado con ningún club.
La pasada temporada Buffalo Bills partía, en las apuestas, como claro favorito al Super Bowl, mas se estrelló, en Ronda Divisional, ante unos muy superiores Cincinnati Bengals.
Muchos son los factores que pudieron incidir en este descenso a los infiernos del equipo de la #BillsMafia: aspectos psicológicos (tema Damar, muerte del hermano de Dawson Knox, cruentas vicisitudes vividas en el área de Western New York…), bisoñez de Ken Dorsey, sistema defensivo obsoleto, nulo rendimiento de la línea ofensiva, decisiones precipitadas y absurdas de Josh Allen… Sin embargo, Brandon Beane, tras analizar las circunstancias acaecidas la campaña pretérita, llegó a una conclusión de cara al NFL Draft: era necesario proporcionar armas a Josh Allen. Por ello, la idea -tras muchas selecciones de primera ronda en puestos defensivos- era reclutar a jugadores que implementaran la ofensiva de Bills y, por ende, hicieran la vida más apacible y sencilla a Josh.
El propio Allen ya ha asumido su parte de responsabilidad en el fracaso vivido la pasada temporada. Desde siempre, Josh ha vivido bajo mentores que le han ayudado en los momentos “clutch” de los partidos, en esos instantes que deciden el resultado de un encuentro. Craig Bohl siempre hablaba con Allen, antes de un snap decisivo, en Wyoming; Brian Daboll tutorizó a Josh, durante su estancia en Orchard Park. La pasada temporada se notó esa falta de confianza en esos momentos álgidos, tomando decisiones poco acertadas en esos instantes. Ken Dorsey no fue el mentor que todos esperábamos. Por tanto, el propio Allen ha reconocido que, durante esta postseason, ha recibido ayuda psicológica con la firme determinación de ganar confianza y mejorar su rendimiento en cada fase de los partidos -especialmente, en ese punto de inflexión que puede resultar determinante-.
Pero, además, Brandon Beane ha sido fiel a la promesa dada a Josh y ha tratado de ofrecer a Allen las armas necesarias para ayudarle a mejorar la producción ofensiva de Buffalo Bills: especialmente, en el primer nivel de pase, en una guardia pretoriana que -por fin- lo proteja y en un backfield que sume y no reste. Beane -así como toda la #BillsMafia– espera y desea que “Diosh” (así lo apoda mi querido compañero Claudio Jorquera “Chonet”) no sea un “Le God” y pueda traer -por fin- un campeonato a Western New York.
Dalton es, sin duda, el mejor TE de la clase en recepción. Pero la gran pregunta es si Kincaid es realmente un ala cerrada. Desde mi modesto punto de vista y vista su trayectoria en Salt Lake City, la respuesta es un contundente no. Kincaid ha ejercido de auténtico receptor alto, haciéndole la vida más fácil, en cada snap, al bueno de Cameron Rising.
Su capacidad física y atlética supondrá una implementación, para Josh Allen, en red zone. Buffalo fue uno de los peores ataques en el primer nivel y Dalton puede emerger como un ala cerrada generacional, que restará presión a Josh, erigiéndose en uno de sus targets preferidos. Además, su capacidad de yardas tras la recepción y su potencial físico a la hora de ser placado, hacen de Dalton Kincaid una potencial arma de destrucción masiva, en un ataque como el de Bills. Dorsey ya no tendría excusas.
Brandon Beane -que lo visionó en un partido ante USC, en el que Dalton brilló con luz propia- y el propio Josh querían -sí o sí- al nacido en Las Vegas, para implementar el ataque de Buffalo. Sus manos son élite, tal y como se ha demostrado en los primeros entrenamientos de la temporada, donde, además, se ha vislumbrado ya una conexión y una sintonía brutales con Josh.
Muchos analistas han hablado de su potencial y su parecido con Travis Kelce. Personalmente, me parece que Dalton llega más preparado al circo profesional que el propio Travis, cuando salió de los Bearcats. Si Kincaid es la mitad de decisivo que Kelce, a lo largo de su carrera profesional, la #BillsMafia tendrá motivos para celebrar. Aunque hay que tener presente que si existe una posición en la que el salto a la NFL es más complicado, esa es, sin duda, la posición de tight end. Sin embargo, ya he comentado que Dalton no es un ala cerrada al uso…
Sorprendentemente y a pesar de lo que indicaban la mayoría de los analistas, O’Cyrus Torrence cayó al final de segunda ronda. Ello puede deberse a diversos factores. En primer lugar, O’Cyrus siempre ha jugado como right guard. Esta falta de versatilidad, sin duda, ha jugado en su contra. Además, el grueso de su carrera se desarrolló en los Ragin’ Cajuns y ya sabemos lo que piensan algunos scouts acerca de las mal llamadas conferencias menores, tales como la Sun Belt. Por si fuera poco y debido a los esquemas ofensivos, tanto de Louisiana como de Florida (donde siguió a su coach Billy Napier), siempre ha formado parte de sistemas dominados por una primacía absoluta del juego terrestre, así que Torrence puede generar dudas en protección de pase, no por sus cualidades, sino porque sus snaps son relativamente escasos en esta situación de ataque.
Sin embargo, yo no tengo dudas de O’Cyrus ni por su tamaño ni por su movilidad ni por su capacidad de leer las defensas rivales con rapidez. Además, su uso de las manos no es malo, siendo estas muy poderosas a la hora de bloquear. Aún recuerdo el recital que ofreció ante esa bestia llamada Jalen Carter. Teniendo en cuenta las dudas generadas, sobre todo, en la parte derecha de una calamitosa línea ofensiva la pasada temporada, creo -sin temor a equivocarme- que Torrence será muy pronto titular, erigiéndose en un efectivo miembro de la guardia personal de Josh Allen.
Por último, haría mal si no comento algunas de sus debilidades -junto a las anteriormente citadas-, pues sufre con rushers muy atléticos, es lento a la hora de llegar al segundo nivel y tiene dificultades, en su leverage, cuando contactan muy fuerte con él. Tiene que mejorar, sobre todo, esa capacidad de anclaje.
La agencia libre dejó dos noticias de alto calibre en la defensiva de Buffalo Bills. De un lado, el año sabático -inducido- al ya ex-coordinador defensivo, Leslie Frazier. De otro, la salida de Tremaine Edmunds a Chicago Bears. Estas dos bajas conllevaron la mejor de las noticias para la #BillsMafia. Y es que Sean McDermott asumirá un rol importantísimo en defensa y cantará las jugadas. Este aspecto genera incertidumbre en cuál será el esquema defensivo utilizado… ¿Será el fin del nickel? ¿Habrá mas formaciones pesadas con 3 linebackers? ¿Cuál será el rol de Taylor Rapp? ¿Quién hará de Edmunds? ¿Qué pasará con Terrel Bernard? Lo que está claro es que nuestra zaga tendrá menos nombres, pero, sin duda, será mucho más agresiva. Nadie puede negar que McDermott hará crecer a nuestra defensiva.
Tras esta reflexión, toca hablar de Dorian Williams. Su elección me pilló por sorpresa. No puedo negarlo. No obstante, analizando la selección y, sobre todo, visionando la temporada de Tulane, Dorian no me genera ninguna duda. El sistema defensivo urdido por Willie Fritz -head coach de Tulane- es uno de los más complejos de toda la FBS. Utilizan la llamada “Formación Pirámide” con 3 linieros defensivos interiores, dos OLBs, dos LBs y un NB, ajustándose constantemente a los movimientos del rival. Dorian ha ejercido, durante tres años, como capitán y como adalid de esa defensiva. Como WLB, sus números lo acreditan como uno de los mejores defensas en cobertura. Es muy físico, con un rango bestial, con una velocidad endiablada. Placa muy fácil, con una técnica muy depurada. Está asombrando en los primeros entrenamientos. De hecho, McDermott habló, en un primer momento, que esperaba aportación de Dorian en equipos especiales y fundamentalmente por fuera. No obstante, tras las OTAS, ya no descarta que pueda jugar por dentro.
Sin embargo, no todo son bondades, ya que Kansas State y su magnífico sistema de bloqueo dejó ver las carencias de Dorian. A veces, la potencia sin control no sirve de nada… ahí ha de aprender también. Además, su falta de estabilidad y anclaje deja más de una duda. Junto a ello, no podemos negar que el nivel competitivo de la AAC no es el de la SEC u otras Power 5.
Las malas decisiones siempre han sobrevolado la carrera de Justin Shorter y la han dinamitado. Saliendo de high school, era considerado un prospecto 5 estrellas y designado como uno de los jugadores con más proyección de todo el país. Pero optó por aceptar la oferta de Penn State y, allí, “sufrió” a Sean Clifford, uno de los quarterbacks con mayores problemas para lanzar. Además, las lesiones se cebaron con él en los Nittany Lions. Pidió el transfer a Florida, donde arrancó como suplente y se topó con Anthony Richardson, otro QB que no se caracteriza por ser un pocket passer ni el mejor socio para un receptor de poder como Shorter. En su segundo año, en Gainesville, logró erigirse como titular, pero el sistema eminentemente terrestre de Billy Napier tampoco era el marco perfecto para Shorter. Para colmo, sufrió otra lesión, que acabó prematuramente con su temporada.
En definitiva, uno de los receptores con unas cualidades técnicas y tácticas alucinantes, pero cuyo estado físico deja muchos interrogantes. A priori, puede hacer roster y erigirse en una de las gratas sorpresas de este Draft.
Broeker se caracterizó por ser un auténtico seguro de vida, no perdiéndose ningún partido debido a una lesión y produciendo desde su etapa como true freshman. Tiene una experiencia dilatadísima en el guard, siendo un gran contribuidor al juego de carrera. Quizá, su mayor problema sea su movilidad, pero es, sin duda, un gran trabajador que puede hacerse un hueco en una de las unidades más débiles del ataque de Buffalo Bills.
Su tamaño e instintos son más que interesantes. Además, su agresividad, su fuerza a la hora de bloquear y su capacidad de ayudar a parar la carrera son aspectos que hacen incomprensible su caída hasta séptima ronda. Quizá, sus mayores problemas vengan en cobertura, donde sufre mucho con receptores ágiles y que sean buenos en sus rutas.
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