El 10 de junio de 1992 comenzaba, en el Rasundastadion de Estocolmo, la Eurocopa de fútbol, que se disputaba en Suecia. A ese torneo llegaban 7 selecciones, que habían luchado en los céspedes de toda Europa por un puesto, más el equipo anfitrión.
En un principio, la selección yugoslava había conseguido su pasaporte para el torneo, pero la execrable Guerra de los Balcanes hizo que el conjunto plavi fuera excluido de la competición. Dinamarca no había conseguido la clasificación, pero -tras la obligada salida del equipo balcánico- la UEFA le ofreció la participación en el torneo.
Algunas de las estrellas danesas como Brian Laudrup, Peter Schmeichel, Henrik Larsen, o Flemming Povlsen estaban de vacaciones. El seleccionador danés, Richard Moller-Nielsen, convocaba de urgencia a sus jugadores a una reunión en Copenhague, donde les comunicaba que se iban a Suecia a disputar la Eurocopa.
Absolutamente nadie daba crédito por las huestes vikingas como equipo favorito a llevarse la competición, más si cabe después del empate contra Inglaterra (0-0) y la derrota ante Suecia (1-0), en las dos primeras jornadas. Sin embargo, un gol de Lars Elstrup contra Francia, en la última jornada de la primera fase, otorgó a los daneses el pase para semifinales.
En ese primer partido de la fase final del torneo, se veían las caras contra el vigente campeón, la demoledora Holanda, con jugadores de la talla de Marco Van Basten, Ruud Gullit o Frank Rijkaard. El conjunto de Moller-Nielsen conseguiría su pase a la final, tras una taquicárdica tanda de penaltis.
La final se antojaba más complicada aún, pues los daneses se enfrentarían al rodillo alemán, el campeón mundial. El Ullevi Stadium de Goteborg era testigo de una de las mayores gestas del deporte mundial, gracias a una victoria majestuosa (2-0) de un equipo que jugaba sin presión, sin nada que perder y que había acudido al torneo de forma inesperada.
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Tengo que reconocer que mi vida siempre estuvo dominada por una máxima de ese genial todoterreno literario que es Paulo Coelho: “Cuando realmente quieres una cosa, todo el universo conspira para ayudarte a conseguirla”. Muchas veces pensamos que algo es lo que nos conviene y luchamos con esfuerzo, tesón y entrega por ello… o eso creemos. Es alucinante las lágrimas que se han vertido en el mundo por deseos concedidos.
Y es que, como también dice Coelho, “debemos correr riesgos, pues solamente entenderemos el milagro de la vida cuando permitamos que ocurra lo inesperado”. Los deseos, a veces, se cumplen y nos decepcionan… Así que mejor lo inesperado. Ya que lo inesperado puede que forme parte de ese hilo rojo que rige nuestra vida…
Hoy, en Crónicas Lombardi, tengo la suerte de hablar de una historia regida por lo inesperado, por las decisiones incomprensibles e, incluso, difíciles, pero donde la determinación, la obstinación, el esfuerzo, el sacrificio, el tesón y el trabajo se erigen en pilares fundamentales.
Como la selección danesa, Dalton Kincaid -inesperadamente- se coló en una “fiesta” en la que, sobre el papel, nunca debería haber estado invitado.
PRIMEROS PASOS: MUCHO BALONCESTO… POCO FOOTBALL.
Dalton Mosser Kincaid nació el 18 de octubre de 1999, en Las Vegas (Nevada). Estudió en el Faith Lutheran High School en Summerlin (Nevada). Teniendo en cuenta sus cualidades físicas (1’93 metros y 112 kilogramos), decidió enrolarse en el equipo de baloncesto, donde consiguió el campeonato de la AAU (Amateur Athletic Union), en su temporada sénior.
No obstante, el destino le tenía reservada una sorpresa… Sus amigos, considerando su portentoso físico, le aconsejaron que probara en football. Dalton era muy reacio a cambiar de deporte y hacía caso omiso a estas peticiones. No obstante, la insistencia fue tal que el propio Kincaid aceptó y probó, durante una única temporada, el deporte del ovoide.
Esa campaña Dalton sorprendió a propios y extraños, alcanzando honores “all state” y totalizando la nada desdeñable cifra de 745 yardas de recepción y 9 touchdowns. Esta temporada hizo cambiar la perspectiva deportiva del propio Kincaid, decidiendo convertirse en un walk-on, aceptando la oferta que le ofrecía el equipo de football de San Diego Toreros.
Hay que recordar que, en el deporte estadounidense y canadiense, un atleta walk-on es aquel deportista que no ha sido reclutado oficialmente por una institución ni ha recibido beca de ella. Normalmente, son jugadores abocados a un segundo o tercer plano dentro del equipo deportivo de la disciplina pertinente. No obstante, existen gratas sorpresas que rompen los esquemas, se hacen grandes en el depth chart y se erigen en auténticas figuras de estos equipos.
Basta citar nombres de la talla de J.J. Watt (Wisconsin), Baker Mayfield (Texas Tech, Oklahoma), Hunter Renfrow (Clemson), Sean Bedford (Georgia Tech), Stephen Gostkowski (Memphis), Jared Abbrederis (Wisconsin), Jim Leonhard (Wisconsin), Jimmy Morrissey (Pitt) o, más recientemente, Stetson Bennett (Georgia) o el propio Dalton para darnos realmente cuenta de la importancia de los walk-on. Este aspecto vuelve a resaltar la tesis que vengo defendiendo desde el inicio de este artículo: lo inesperado, a veces, se convierte en algo sublime.
UN TORERO EN SAN DIEGO
Los equipos deportivos de la Universidad de San Diego reciben el nombre de “Toreros”. Es indudable que este apodo tiene una clara reminiscencia hispánica, teniendo en cuenta el área de influencia de la universidad y su proximidad con la frontera mexicana. El nickname de “Toreros” fue seleccionado por los estudiantes de la USD, ya que pone de manifiesto valores -totalmente acordes con la universidad-, tales como “el coraje, el honor y la fidelidad a unos colores, junto con la soledad en el ruedo y el desafío ante la empresa de enfrentarse a un toro”. La justificación del apodo quedaba completamente argumentada por parte de este comité de estudiantes. No obstante, hay que recordar que, con anterioridad al apodo de “Toreros”, los equipos atléticos de la USD recibían el nombre de “Pioneers”.
Los Toreros participan en la PFL (Pioneer Football League), una conferencia que compite en la Football Championship Subdivision (FCS), la mal llamada “segunda división” de la NCAA. Allí, se verían los primeros snaps del protagonista de esta historia.
En su año como freshman, Dalton solo recibió 24 pases, pero alucinó al staff técnico, a aficionados y a rivales, con una productividad bestial: 374 yardas y 11 touchdowns. En su temporada sophomore, lejos de sufrir el tan habitual sophomore slump, se asentó como titular, erigiéndose como el principal baluarte de la ofensiva torera. Esa campaña aunó 44 recepciones para 835 yardas y 8 touchdowns, liderando a todos los tight ends de la FCS en yardas por recepción.
La irrupción de la COVID-19, como en toda la población mundial, tuvo su repercusión en el fútbol universitario y, en especial, en la FCS. Tras la cancelación de la temporada futbolística de San Diego Toreros, Kincaid tuvo que tomar la decisión más importante de su vida: ¿continuar brillando en el nivel FCS con USD -donde había logrado 19 touchdowns- y prepararse para la inminente Spring Season?, o bien, ¿entrar en el Transfer Portal y probar su potencial en algún programa Power Five? Dalton optó por la segunda opción… una decisión que cambiaría su vida. El “baile” imposible estaba, cada vez, más cerca de materializarse.
UN LÍDER EN SALT LAKE CITY
El NCAA Transfer Portal apareció el 15 de octubre de 2018 para ayudar y permitir las transacciones de jugadores entre instituciones pertenecientes a la National Collegiate Athletic Association. Tras la inscripción del jugador en esta base de datos, la propia NCAA permite a los entrenadores y miembros del staff técnico de otras universidades el contacto con el jugador. En un primer momento, los condicionantes para estas transferencias eran muy duras. No obstante, la pandemia introdujo una serie de vicisitudes y bondades que han facilitado estos traspasos, perdiendo la esencia y el significado original y convirtiendo este Transfer Portal -concédaseme la licencia- en una auténtica casa de lenocinio.
Tras su entrada en el Transfer Portal, Dalton recibió diversas ofertas, inclinándose por la de Utah Utes, el programa futbolístico anclado en Salt Lake City. Kincaid iba a probarse en la Pac-12, una de las conferencias más competitivas de las llamadas Power Five. Se unió a los Utes siendo júnior y aún tendría dos años de elegibilidad. La temporada 2020 significó una campaña muy corta, en la que Dalton apenas jugó cinco partidos, siendo solo titular ante Washington.
Tras la grave lesión (ACL) de su compañero Brant Kuithe, a finales de septiembre de 2021, Dalton consiguió la titularidad. Esa campaña 2021 significó la irrupción estelar de Kincaid, que contribuyó en los 14 partidos, siendo titular en 13 de ellos. Consiguió 36 recepciones, logrando 510 yardas y 8 touchdowns. Pero, sobre todo, se consolidó como uno de los principales líderes ofensivos de unos Utes que tuvieron un final de temporada excelso, deslumbrando en el Rose Bowl Game, a pesar de su derrota ante Ohio State. Consiguió una mención Pac-12 All-Conference y logró el título de conferencia.
La temporada 2022 trajo consigo la total consagración de Dalton Kincaid. Participó en los 12 partidos de los Utes, siendo el líder ofensivo del equipo en recepciones (70), yardas de recepción (890) y touchdowns de recepción (8). Además, fue seleccionado All-America (PFF, Bleacher Report y AP), titular del equipo Pac-12 All-Conference y lideró a todos los tight ends de la FBS en yardas de recepción (890) y yardas de recepción por partido (77’3), siendo segundo en número de touchdowns anotados (8).
Pero Dalton se convirtió en uno de esos jugadores diferentes, imposible de marcar para los defensores, erigiéndose en ese factor X, capaz de cambiar el signo de un partido. En este sentido, su exhibición frente a USC fue bestial, ya que fue el dominador total del encuentro, con 16 recepciones para 234 yardas y 1 touchdown. Ningún tight end, en la historia de la FBS, consiguió más yardas en un partido. Esta descomunal actuación le valió ser nombrado Senior Bowl Offensive Player of the Week.
Con estas credenciales, Dalton Kincaid decidía presentarse al NFL Draft. Contaba con 23 años, lo que -para muchos analistas- hacía de él un jugador relativamente “viejo” para el nivel NFL, lo que podía hacer caer su draft stock. No obstante, si analizamos a otros alas cerradas que se han presentado al baile del Draft, con más edad de la “indicada” por estos sesudos y brillantes analistas, nos sorprende la aparición del nombre de Travis Kelce, uno de los jugadores con los que más se compara al bueno de Dalton.
UNA LLAMADA QUE LO CAMBIÓ TODO: BUFFALO BILLS
La pasada temporada Buffalo Bills partía, en las apuestas, como claro favorito al Super Bowl, mas se estrelló, en Ronda Divisional, ante unos muy superiores Cincinnati Bengals.
Muchos son los factores que pudieron incidir en este descenso a los infiernos del equipo de la #BillsMafia: aspectos psicológicos (tema Damar, muerte del hermano de Dawson Knox, cruentas vicisitudes vividas en el área de Western New York…), bisoñez de Ken Dorsey, sistema defensivo obsoleto, nulo rendimiento de la línea ofensiva, decisiones precipitadas y absurdas de Josh Allen… Sin embargo, Brandon Beane, tras analizar las circunstancias acaecidas la campaña pretérita, llegó a una conclusión de cara al NFL Draft: era necesario proporcionar armas a Josh Allen. Por ello, la idea -tras muchas selecciones de primera ronda en puestos defensivos- era reclutar a jugadores que implementaran la ofensiva de Bills y, por ende, hicieran la vida más apacible y sencilla a Josh.
Brandon Beane -que visionó in situ la exhibición de Kincaid ante USC- y el propio Josh Allen querían -sí o sí- al nacido en Las Vegas, para implementar el ataque de Buffalo. El objetivo número 1 de Beane era el ex-jugador de Utes y Toreros, pero era una auténtica quimera esta potencial selección. El General Manager de Bills temía que Green Bay Packers anclara su mirada en el egresado de la Universidad de Utah, pero la franquicia de Wisconsin optó por otro jugador. El siguiente peligro inminente lo constituía Los Angeles Chargers, pero la fiebre del receptor estalló e hizo que el equipo angelino seleccionara a Quentin Johnston. Ahora sí, era el momento soñado por Brandon Beane. Sabía que Dallas Cowboys anhelaba a Dalton y decidió subir por él. Beane realizó una rápida negociación con Jacksonville Jaguars, consiguiendo la aprobación de la franquicia de Florida. Entonces, llegó esa llamada que cambió el sino de Dalton. Kincaid ya formaba parte del futuro de Buffalo Bills.
Dalton es, sin duda, el mejor tight end de la clase en recepción. Pero la gran pregunta es si Kincaid es realmente un ala cerrada. Desde mi modesto punto de vista y vista su trayectoria en Salt Lake City, la respuesta es un contundente no. Kincaid ha ejercido de auténtico receptor alto, haciéndole la vida más fácil, en cada snap, al bueno de Cameron Rising.
Su capacidad física y atlética supondrá una implementación, para Josh Allen, en red zone. Buffalo fue uno de los peores ataques en el primer nivel y Dalton puede emerger como un ala cerrada generacional, que restará presión a Josh, erigiéndose en uno de sus targets preferidos. Además, su capacidad de yardas tras la recepción y su potencial físico a la hora de ser placado, hacen de Dalton Kincaid un potencial arma de destrucción masiva, en un ataque como el de Bills. Dorsey ya no tendría excusas. Sus manos son élite, tal y como se ha demostrado en los primeros entrenamientos de la temporada, donde, además, se ha vislumbrado ya una conexión y una sintonía brutales con Josh.
Muchos analistas han hablado de su potencial y su parecido con Travis Kelce. Personalmente, me parece que Dalton llega más preparado al circo profesional que el propio Travis, cuando salió de los Bearcats. Si Kincaid es la mitad de decisivo que Kelce, a lo largo de su carrera profesional, la #BillsMafia tendrá motivos para celebrar. Aunque hay que tener presente que si existe una posición en la que el salto a la NFL es más complicado, esa es, sin duda, la posición de tight end. Sin embargo, ya he comentado que Dalton no es un ala cerrada al uso…
Esta es la historia de Dalton Kincaid, un deportista, un atleta, un hombre, al que el destino le tenía reservada una grata e ignota sorpresa, gracias a ese esfuerzo, a ese trabajo, a esa obstinación, a ese sacrificio, a ese tesón, a esa entrega, que han marcado cada minuto de su vida. Pues ya sabemos que, a veces, lo esperado nunca llega, es lo inesperado lo que cambia realmente tu vida…
Este artículo apareció, en la revista de Crónicas Lombardi en 2023